Localidad: Anguix
Decorada en su interior con altares de estilo barroco. Data del siglo XVIII. La
iglesia supo dotar a los edificios parroquiales de una carga
emblemática, al convertirlos en la imagen que mejor identificaba a un
núcleo. Por ello, los fieles colaboraban devocionalmente en todas las
empresas y se sentían identificados con las actuaciones llevadas a
cabo. Ello nos hace comprender como se realizaron ambiciones empresas
que superaban las posibilidades económicas de la villa, como sucedió en
la construcción de los templos de Anguix y de la Horra.
La
edificación del templo parroquial supuso elevadas sumas cuyo pago
hipotecó sus bienes y obligó a contribuir a los vecinos con su trabajo
y generosos donativos. La colaboración en los proyectos constructivos
de las parroquias solían ser recompensados por las autoridades
eclesiásticas con un determinado número de días de indulgencia.
Interiormente
La
iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción fue concebida como
la suma de dos módulos: nave y cabecera. Ésta se realza mediante una
bóveda semiesférica, realizada en el primer tercio de siglo XVIII por
Pedro de Arecha, especialista en bóvedas de albañilería y realiza
también la de Olmedillo de Roa y de Pedrosa de Duero. Con la
incorporación de la bóveda genera un amplio espacio centralizado, cuya
directriz vertical acorta el eje en profundidad. Tal factor, unido a la
situación del coro a los pies, permite proyectar la nave mayor hacia la
cabecera donde el fiel concentra su atención. Por lo que respecta a la
bóveda de cañón (característica de los edificios de una única nave,
como la de Anguix) presenta lunetos y arcos fajones de refuerzo que
marcan, de manera plástica, la articulación del espacio en rítmicos
tramos. Su casco queda articulado a través de fajas de yeso, en tres
secciones abriéndose en los laterales los lunetos. Los artífices vascos
fueron en esta comarca, los principales representantes del barroco
exaltado que prolongarán hasta fechas bien avanzadas de la centuria
decorada con una exuberante ornamentación en yeso.
En estos
momentos el énfasis recae en manifestar la presencia de la divinidad
potenciándose, a niveles arquitectónicos, la importancia del
presbiterio.
En el presbiterio y en sus laterales podemos apreciar
buenos ejemplos de retablos dorados barrocos (el dorado de los altares
era la parte que más presupuesto se llevaba).
En el interior,
como he descrito se superpone el espíritu dinámico y abierto dominante
en el universo barroco que potencia los recursos sensitivos y
emocionales, sin embargo la configuración del exterior se define por su
sencillez, más acorde con el gusto clasicista.
Exteriormente
La
fachada de la iglesia que va a caracterizarse por su calidad plástica
se distribuye de la siguiente manera: la portada presenta un arco de
medio punto flanqueado por pilastras cajeadas y un segundo cuerpo lo
constituye una sencilla hornacina en la que aparece representada la
imagen de la Ascensión que se remonta a los cielos sobre el pedestal de
las nubes, sostenida por ángeles, mientras otros dos se apresuran a
salir al encuentro de la Virgen, la hornacina está enmarcada por un
frontón partido donde se coloca una cruz. La unión entre el primer
cuerpo y la del segundo se hace mediante aletones que resuelven el
tránsito de modo unitario. Todo ello se configura bajo un amplio arco
de medio punto, muy característico en las obras del primer tercio del
Setecientos.
La torre dividida en diferentes cuerpos mediante
líneas de impostas se sitúa en Anguix en la cabecera. Gerónimo Ruíz
(maestro que dejó en Roa también testimonios en su actuación
profesional) intervino en la Iglesia cuyos rasgos se ajustan al barroco
exaltado de los primeros años del siglo XVIII.